Empiezo directo diciéndote que quizás no eras solo tu el veneno. Algunas personas nos traen un millón de cosas buenas, otras un millón de lecciones. Lo más fácil para nosotros fue dejarlo de intentar, pero que lo difícil fue olvidarlo. Nos perdimos tantas veces que al final nos perdimos a nosotros mismos. Que esto solo fueron las consecuencias de nuestro bonito error. Fuimos tan distintos, que nos cambiábamos los roles de querernos sin coincidir en el camino. Solo bajo la tormenta se descubre quién es refugio, y nosotros éramos la tormenta del otro. Debimos aprender a dejar ir mucho antes, si sabíamos que no era nuestro turno. Llegué a la conclusión que debemos demostrar lo que sientes, hasta lo que no, antes de que sea tarde. Nos merecemos ser felices, por separado, con aquellas personas que den por nosotros aquello que no recibimos, aquello que no supimos que sabíamos dar.
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